Hospital da Condesa

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HOSPITAL DA CONDESA

Su nombre proviene del hecho de situarse allí un antiguo hospital del siglo IX, fundado por Doña Egilo, hermana del conde Gatón, repoblador de El Bierzo. Era éste uno de los muchos hospitales que aliviaban las penalidades del peregrino medieval.

MONUMENTOS

Iglesia del siglo XII, con una única nave, sigue el esquema constructivo típico de las iglesias de las zonas de montaña de la provincia de Lugo, sin apenas adornos al exterior y hechas mediante pizarra. El presbiterio tiene un arco triunfal y bóveda de medio punto. En el frontis existe una torre, en cuya parte inferior se sitúa un porche con cuatro pilares de mampostería, así como cuatro vanos de medio punto. El porche pudo servir para acoger a los viajeros, siendo el lugar en el que resguardarse de las inclemencias del tiempo.

Muy posiblemente la villa está emplazada sobre un primitivo asentamiento prerromano. Hacia el siglo IX comienza a surgir allí un refugio para peregrinos, aunque no será hasta 1072 cuando Alfonso VI ordene construir allí un hospital, que será regentado por los monjes de la abadía de San Gerard d’Aurillac. A partir de este hecho comienza su momento de auge, acogiendo a gran cantidad de romeros, a los que presta asistencia física y espiritual. Más tarde esta abadía es anexionada a Cluny, pasando a partir de 1487 de depender de los benedictinos de Valladolid. Finalmente, los monjes son expulsados del lugar en 1854 debido a la Desamortización.
Se cuenta que en la localidad tuvo lugar, en el siglo XIV, un hecho milagroso. Un vecino de la cercana Barxamaior se allegó hasta O Cebreiro para oír misa, desafiando una fuerte nevada. El oficiante, un fraile de Aurillac de quien se dice que no debía ser muy devoto, puso en duda el sacrificio del labriego, diciendo: «cual viene este otro con una tan gran tempestad, y fatigado, a ver un poco de pan y vino».. El milagro sucedió cuando se estaba procediendo a la consagración, convirtiéndose la hostia en carne y el vino en sangre. En 1486 pasan por la localidad los Reyes Católicos quienes, al serles relatado el milagro, ofrecen al templo un relicario, que es el que actualmente se exhibe en la iglesia junto al cáliz milagroso.